Bueno, como veo que aún nadie se anima a contar su historia de amor, voy a romper el hielo contando la mía:
Yo estaba estudiando en la Escuela de Arte, era mi segundo año. Él también estudiaba allí y aunque cursábamos estudios distintos y no teníamos ninguna asignatura en común, nuestras aulas estaban en el mismo pasillo. Durante el primer año no reparé en su presencia. Pero a mediados del último curso nos cruzamos un día en el pasillo y de pronto lo ví, por primera vez. Nos miramos a los ojos intensamente. En aquel momento todo se detuvo a mi alrededor, el tiempo dejó de existir y supe en ese instante que ese chico, cuyo nombre desconocía y que jamás había visto anteriormente, iba a ser el hombre de mi vida. Todo cobró un sentido distinto. Supe que yo estaba allí sencillamente para conocerle y que si no lo hacía jamás volvería a encontrármelo en mi camino.
¿Habéis sentido alguna vez la sensación de que hay trenes que sólo pasan una vez y que si no subes a él en ese momento lo perderás para siempre? Eso fue lo que yo sentí al verlo.
A partir de entonces comencé a buscarlo, a propiciar encuentros "fortuitos", a averiguar sobre él. Cada vez que lo veía el corazón me palpitaba con tanta fuerza que lo sentía salirse del pecho. Una mirada suya, una sonrisa o un saludo se convertían en la mayor alegría del día. Él era muy tímido y yo jamás había hecho algo así, me sentía como una adolescente pese a mis 25 años. Yo, tan seria, tan correcta, tan racional.... me había convertido en un ser puramente emocional, incontrolable e imprevisible.
Sentía que el tiempo iba en mi contra, pues el curso estaba finalizando, las circunstancias no permitían que pudiera acercarme a él como yo deseaba y en pocos días él se iría a su casa y yo a la mía, cada una de ellas en ciudades distintas y alejadas. Pero pude averiguar su número de teléfono y me decidí a llamarle. Tenía miedo, ya que no sabía lo que podría pensar de mí. Y al contrario de lo que me imaginé, la primera vez que hablamos por teléfono todo fluyó de manera natural, como si hubiéramos hablado siempre. Estuvimos unos meses, hasta conocernos mejor, contactando por teléfono, por el messenger o incluso por carta. El 29 de enero de 2001 quedamos por primera vez, pasamos todo el día juntos y fue maravilloso. Desde entonces no nos hemos separado. Y casi ocho años después me sigue fascinando como el primer día y lo amo más aún.
Es una historia sencilla, sin complicaciones, pero es lo mejor que me ha pasado en la vida y doy gracias a Dios por haber cruzado un día nuestros caminos, pues no imagino cómo habría sido todo sin él.
(va por tí, Jon)